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relatoscortos

ES UNA FORMA DE COMPARTIR, RELATOS Y OPINIONES

Nombre: carlos adolfo facal
Ubicación: tandil, buenos aires

miércoles, agosto 03, 2005

ALBUM FAMILIAR

Vivíamos en un chalet, así le gustaba decir a mamá, eso le daba prestancia, distinción, estaba al pie del Parque Calvario, donde todos los años dramatizaban la pasión y redención de Cristo. La casa tenia varias habitaciones y un patio lleno de plantas frutales y flores. Eramos ocho contando al tío Alberto, que vino por unos días y jamas se fue, las mellizas de trece años, Marcelo de veinticinco, Betina de treinta, mamá de cincuenta, creo porque nos mentía tanto la edad que no la sé con exactitud, Guillermo que soy yo de veinte y la chiquita Meliza aparentemente de menos de dos ella no entra en la familia de una forma normal pero su lugar quedo claro para todos. Vino por un fin de semana largo, en el chalet de la calle Dorrego sobraban las habitaciones, ella era hija de un novio de Mamá que luego de esas mini vacaciones no volvió a aparecer y dejó de seña a la pequeña. No hablaba ni hacia nada de ruido, parecía ser un ángel, dulce y silenciosa, ella solo debía imaginar algo para tenerlo, no había discusiones delante de ella, nadie dañaba su paz. La chiquita era alegría, sonrisas, abrazos, besos, siempre vida. Tenia poco cabello, rubio y muy fino, brillantes ojos, exageradamente grandes como de perro apaleado que lograban la atención de toda la familia, menos la de las mellizas quienes tenían sus códigos y nada importaba tanto como para distraerlas. Ellas habitaban un mundo privado, no conocieron a papá ya que él se fue cuando mamá quedó embarazada de ellas. Se volvieron unidas a limites extraños.
Marcelo era mi único hermano varón, de chicos siempre andábamos juntos. Luego de grande se fue alejando... nunca se me pasó por la mente que pudieran matarlo.
Betina fue como nuestra madre, siempre preocupada por nosotros, no tenia la belleza de las melli, tampoco se parecía a mamá ni a papá pero ejercía una atracción que la hacia irresistible a los hombres y ella nunca se negaba a ninguno. Tenia novio y varios amantes. Cuando mataron a Marcelo estuvo una semana sin comer y hubo que internarla para que se recupere.
Mamá sufrió el resto de su vida sin terminar el luto. Hasta ese momento tenia todo organizado, sabia como educar sus hijos, como mantenerlos, como ser madre y padre a la vez. Una vez muerto Marcelo se apago su luz y su espíritu partió con él.

Tío Alberto suplantó en algunas cosas a papá sobre todo mostrando lo que no se debía hacer. Su ejemplo negativo nos inspiraba a no terminar así. Del bar al cabaret, la forma de solventase era por medio de pensiones por invalidez que le conseguían sus amigos políticos y compañeros de vicio. Difícil que en algún momento estuviera enojado o preocupado.
- En la vida siempre se elige, nos decía -y yo elegí esta forma.
Marcelo siempre fue muy especial con las chicas, dedicaba mucho tiempo a seducir, armando estrategias, pensando artimañas de conquista, toda una filosofía al respecto. El levantar minas se transformó en un arte que combinaba inteligencia, practica y picardía.
Su frase era “el que duda, se masturba”.
Tenia una casa de planchones detrás de una arboleda entre dos sierras, acondicionada precariamente, allí se deleitaba con sus valiosos triunfos amorosos.
Esos tiempos duraron hasta que llegó Pupé y cambiaron las cosas, se terminó la competencia, todo lo que necesitaba habitaba en ella y se enamoraron de aquella forma.
La casa de la sierra pasó a ser un altar de amor puro, profundo y pasional.


Cuatro meses después, cinco delincuentes, los encontraron en su templo de amor y como castigo a esa desmedida felicidad, a él lo amarraron y se lucieron violando a Pupé de todas formas posibles, fueron tan salvajes que ella murió esa noche, él fue baleado y agonizó en el hospital durante diecisiete días, los suficientes como para contarme y describirme tanto los hechos, como a los sujetos, la mañana del decimoséptimo día, Marcelo no despertó.
Murió de cuatro tiros, cuatro tiros criminales, tiros sin gracia, cargados de envidia, resentimiento y crueldad.
-¿Por qué matan?- le pregunte al tío Alberto.
-Matan porque quieren morir, pero no saben como.
Días después de la muerte de Marcelo, por las noches desaparecía de la casa. Me iba a la sierra, al galpón, el fuerte profundo olor me descomponía, era una mezcla de semen desbordado, con sangre, materia fecal y vómitos, horrorosa cualidad de este tipo de atrocidades. Tras frecuentar el lugar me volví inmune al asco y tomé conciencia que se juntaban ahí en ocasiones.
Yo estaba confundido, la familia guardaba silencio. El juicio duró menos de un mes donde no hubieron culpables, apenas unos pocos sospechados
-Es tan difícil de comprobar - dijo el abogado - y esos últimos días en el hospital no sirven de nada, al estar agonizando sus facultades mentales son dudosas, no hay mucho por hacer.
La policía los conocía, todo lo que nos dieron fue un aburrido show que montaron para que se diga que hubo un juicio. Nos quedaba iniciar marchas de silencio, como hacían muchos otros, hasta que pasado un tiempo la gente se olvidara.

Nunca fui de esperar nada de los demás ni de quedarme mirando. Con el tiempo me volví oscuro, agrio, la angustia me robó el sueño y la ira me templó. Volví al galpón cada anochecer durante días, que se hicieron semanas, buscando algo perdido, una explicación. Me movía sigiloso por el bosque, los ruidos, el silencio me eran familiares, los animales correteaban entre las rocas y pinos. Muchas veces me quedaba entredormido debajo de algún árbol hasta la madrugada. Sabia que podrían aparécese. Una noche que andaba cerca del galpón sentí voces, me acerque y los pude oír con completa claridad. Estaban borrachos, se reían y comentaban anécdotas, cada palabra que salía de sus bocas avivaba el fuego de mi odio. Cuando se despidieron quedaron en reunirse el viernes.
Los días siguientes casi no comía y seguía sin dormir, no sabia que iba a hacer.
El viernes a media tarde ya andaba por la zona, al llegar la oscuridad me quede entre las sombras en completo silencio. Parecía entre dormido pero gozaba de total lucidez. Llegada la media noche los cinco asesinos estaban en el galpón. Me dirigí a la gruta de la virgen donde había guardado bidones de nafta. Los vacié alrededor del galpón, fui tan silencioso prolijo y delicado como un artista con su obra. Encendí un fósforo, la explosión me arrojo varios metros hacia atrás, sentí los pelos del flequillo y las pestañas algo chamuscados.
Así empezó del desfile, comenzaron a salir de a uno, completamente en llamas, al abrir la puerta el fuego se potencio y aceleró la cocción. La sangre de mis venas hervía, la venganza me dio placer, deseos de reír y de bailar. Ver esos seres indefensos yéndose al infierno entre gritos y llantos, aumentaba mi adrenalina. El olor al combustible y carne quemada duró hasta la mañana.
Yo descansaba debajo de una planta cuando la policía llegó con su parafernalia de patrulleros y ambulancias buscando heridos, donde solo habían muertos aun humeantes.
Me entregue, no había mucho que decir.

La chiquita crece que asusta viene seguido a verme, me regala una sonrisa de espirito cristalino que nunca antes había conocido, siempre adoré a esa niña. A las melli no las volvía ver, me contaron que están por casarse y que alquilaron en el mismo edificio para no separarse demasiado.
Mamá asegura que solo tiene hijas mujeres, decidió olvidarnos para siempre y así poder seguir viviendo. Un hijo muerto y otro en la cárcel son demasiado para una madre.
Tío Alberto siguió paso a paso todo el juicio en mi contra, me apoyó mucho y aún me visita los domingos. Él dice que hay tipos que nacen con soledad y aunque toda su vida estén acompañados nunca dejan de estar solos, y que nosotros somos esa clase de hombres.
Betina siempre esta a mi lado, entre cartas y visitas, permitidas o no, pero ella las consigue nunca le pregunte como. Pasan los días, mi condena se alargó gracias a dos peleas, en la ultima tuve tanta mala suerte que mate a un tipo al que le decían Caballo Loco, jefe de una banda, acá hay códigos muy claros y ahora me la juraron...
Me vienen a la mente las palabras de tío Alberto cuando decía, “Matan porque quieren morir, pero no saben como”.
Las horas no cuentan entre rejas, me pregunto si alguna vez fui feliz, supongo que si, tal vez, cuando papá vivía en casa y éramos muchos hermanos y...
Que importancia tiene, ya es tarde.