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relatoscortos

ES UNA FORMA DE COMPARTIR, RELATOS Y OPINIONES

Nombre: carlos adolfo facal
Ubicación: tandil, buenos aires

lunes, febrero 06, 2006

EL JARDÍN DE LOS MUERTOS

Como todo patio de viejos, canteros, canteros, palitos para sostener cada planta en una inmensa variedad, con flor, sin flor, en maceta, en el suelo, casi setenta metros por treinta,
Elvirita en la cama desde hace un año y Martín caminando apenas ya con su bastón de caña y empuñadura de cuero curtido de años, la realidad es que los viejos estaban en las ultimas de su oculta vida.
Pocas veces pasábamos por el caserón de los tíos con Ivana, mi mujer. Vivíamos en capital, se hacía muy difícil visitarlos, la verdad es que cuando llegábamos a la ciudad nos entreteníamos con otros parientes, si no fuera por Ivana que me insistía tanto, ella gozaba con los tíos y su jardín, sobre todo cuando Elvirita le regalaba una flores amarillas que nunca supe de donde las cortaba, ellos siempre fueron muy cerrados, reservados, melancólicos, aunque no tristes, esa casa fue su castillo y su fortín desde que tengo memoria, el tío Martín tenia un pequeño taller donde reparaba electrodomésticos y realizaba bobinados de aparatos chicos, mientras Elvirita se dedicaba a la casa y la repostería para afuera, entre los dos ganaban para mantenerse y comprar el caserón que les costo casi una vida.
La casa tenía un living grande, la habitación de ellos con baño inmenso con paredes con mármoles oscuros y siempre con el perfume a lavanda que Elvirita colgaba en racimos atados con hilos de ramas, en el piso de arriba la habitación de Laura, mi prima, pobre, cerca de cumplir los quince murió de muerte súbita, nunca supe de qué se trata esa muerte, creo que toda muerte que no se explica se denomina de alguna forma. Nadie supera eso, los tíos, me contaba mamá, que cambiaron mucho y no quisieron tener más hijos, era comprensible.
Elvirita estaba más que enferma, cansada, la viejita había cumplido ochenta y cinco y Martín llegaba a los noventa, ambos le dedicaban todo el tiempo posible al jardín, era como una obsesión. La arboleda que también era muy variada tan grande que uno por ratos tenía la sensación de perderse entre las ligustrinas y los sauces,
había una fuente de agua y un aljibe mas al fondo que servían como punto de orientación para los extraviados, naranjos, mandarina, y cerezos a montones, además nogales, dos pinos grandes y uno mediano, los sectores floreados eran de cuento, rosas, jazmines y una variedad que mas adelante supe reconocer por su nombre.
El interior de la casa no tenia una decoración cargada ni se destacaba de otras salvo por una gran biblioteca que Martín supo alimentar de los mejores clásicos de la literatura y algunos ejemplares contemporáneos. Martín era elegante combinaba de forma refinada su ropa humilde, parecía sacado de una película inglesa, hablaba como en susurros un poco por la vejes y otro poco por la claridad al decir, sin necesidad de levantar la vos.
Elvirita estaba en cama desde el invierno pasado, nunca hablo de su enfermedad él decía que necesitaba descanso, que en un tiempo estaría en el jardín con él, sacando yuyos, poniendo cercos, regando y hablando con les flores.
En la capital vivíamos con Ivana y próximamente nacería nuestra hija Jorgelina, Ivana llevaba casi siete meses de embarazo,
por suerte la fabrica se encontraba en plena producción por un contrato que hicimos con los Alemanes, con eso tendríamos trabajo asegurado por diez años.
El veintitrés de diciembre recibo un llamado de Martín que me pedía por favor que viajara a la ciudad, debía hablar con migo lo antes posible, se lo escuchaba muy preocupado, seguramente Elvirita estaría empeorando,
Ivana estaba ya con dolores de parto pero me dijo que viaje el fin de semana, que no me preocupe ella.
El viernes a la madrugada prepare el coche y comencé el viaje de cuatro horas, viajando solo uno se pone reflexivo y los recuerdos lo invaden, recordé como jugábamos con Laura, ella siempre en el jardín con las plantas parecía que se comunicaba con ellas, esa niña tenia la bondad de las personas especiales, con el tiempo reconocí que estas personas parten temprano de la tierra, de manera que quedamos los complicados, los confundidos, los
que vivimos buscando los por que, mientras que laurita existía feliz en un mundo de belleza.
Recordé también las tortas que preparaba la tía mientras que el tío Martín nos hacia sus chistes o nos corría tapado con una frazada y una mascara deforme, las tardes siempre perfumadas con la mezcla de hiervas y flores, en primaveras eternas.

Recordé lo duro de la muerte de mi primita, era una criatura maravillosa, pensé que los tíos se mudarían de la casa, tan llena de recuerdos, pero de alguna forma convivieron con el dolor casi sin perder el humor, la tía luego de una etapa en que la familia pensaba que ella había enloquecido apareció recuperada. Convengamos que sus costumbres eran extrañas encerrados en ese espeso castillo sin hablar con nadie o lo que es peor, se decía que hablaban con las plantas, que les ponían nombres como si tuvieran emociones. El tío estaba intolerante con la gente, porque decía que la gente estaba intolerante, por eso no frecuentaba lugares públicos.



Luego de un rato puse la radio y el tiempo paso atropellado por los neumáticos, en un rato me encontraba en la puerta de la casa de los tíos.
Salió Martín amable como siempre pero con prisa, enseguida me arrebato del coche y sin dejarme saludar a Elvirita, me llevó directo al jardín, nos sentamos en las sillas de hierro, puso el mate que tenia preparado sobre la mesa de piedra y comenzó una confección que me enfriaba cada parte del cuerpo con su contenido.
Escuchá sobrino lo que te cuento quizás te cueste creer pero te juro que así fue, Laurita nos habló y nos habla actualmente, ojo no solo ella esta aquí, hay otros parientes y un viejo amigo y...
_Para tío, ¡Qué te pasa! ¿Que me decís?, Tranquilo a los muertos déjalos en paz, vos necesitas un medico.
-No sobrino escúchame aquí están ellos me hablan y yo los comprendo y los cuido, tranquilo vos sobrino no te asustes, sabes quienes están aquí también Mónica y Luis, tus padres.
- Se termino tío, esto se va de lógica y no me interesa mas, decíme para que me llamaste y terminemos con esto, tengo a mi mujer en la capital por dar a luz y vos con estas locuras.
- Sobrino escúchame por favor tenes que prometerme una cosa.
- Tío no me jodas más con disparates
- Para sobrino lo que te pido es que cuides el jardín allí están, y allí estaremos con tu tía, pero debes regar y cuidar el lugar cada planta es especial, cada planta es uno de ellos, si se secan mueren y se van, debes ayudarme cuando yo no pueda con el jardín y de eso no falta demasiado estaremos en tus manos.
- No tío no cuentes con migo, es un delirio de viejo senil, no me hagas perder el tiempo.
Subí al coche y sin dudarlo tome la salida más rápida a la ruta y partí a la capital preocupado por Ivana y enojado por las boludeses del tío.
Al llegar Ivana terminaba de dar a luz una niña maravillosa, ella por seguridad debía quedarse en la clínica tres días más hasta recuperarse del parto, me sentí un hombre tan feliz pude tener en mis manos esa magia movediza creación del amor, deje la clínica para acomodar el departamento para la vuelta de Ivana y la pequeña, cuando al atardecer una llamada de larga distancia me corta la alegría en dos, Elvirita y Martín mueren la misma noche que nacía Jorgelina, juntos y casi a la misma hora.
Viajé como rayo arreglé los papeles, en herencia con una carta del tío que ya sabia que podía decir, estaba la escritura de la casa a mi nombre.
Nacer morir todo es rápido la felicidad el dolor y el temporal de lluvia y viento que azoto la capital lo hizo durar semanas, a Ivana le quedaban solo tres días mas en la clínica porque continuaba débil.
Yo me la pase pensando en los viejitos, muertos la misma noche uno como esperando al otro para no partir solo, pense en el jardín, pero Jorgelina mi bebe cubría toda la felicidad, no podía parar de pensar en cuando crezca, en su estudio, si me acompañaría en la fabrica, tantos proyectos que uno piensa flotando en la nube del amor.
Ivana no mejoraba y yo comencé a asustarme la saque de la clínica la lleve a otros médicos, la veía débil y no lo podía creer, le pasaba algo, pero la vida como siempre pierde cuando se enfrenta a la muerte y al mes deja de latir su corazón como un reloj nuevo que falla, su muerte no tubo nombre, ni porque.
Pedí explicaciones a todo el mundo y a dios lo amenace con matarme y matar a mi hija recién nacida, todo es inútil cuando no hay más que resignarse, en poco tiempo perdí el contrato con los Alemanes por mi mal manejo y al tiempo la fábrica. Vendí todo lo que tenia y casi loco una tarde de invierno, partí con Jorgelina y un dolor agusanado en al alma, a la casa de los tíos el único lugar que tenia para vivir.
La casa estaba atestada de humedad y apilada de recuerdos agridulces, las paredes gastadas de tanto habitarlas los rincones llenos de anécdotas, de silencios, de vos baja o festejos con bailes de niños. Decoraciones tan pasadas de moda que sugerían alta modernidad me propuse reacondicionarla yo mismo hasta que consiguiera un trabajo, así que después de pintar las habitaciones, comencé con la biblioteca y yo que nunca fui de leer, encontré en la literatura un placer totalmente nuevo y una forma de disfrutar diferente, cuando termine con la casa seguí con el jardín, todo un desafío, estaba enredado y difícil, pero con mucha paciencia fui enderezando palos, removiendo tierra y resucitando viejas plantas casi secas, los recuerdos del tío, sus palabras, lo veía de a ratos recorriendo platines, regando delicadamente por las sombras, marcando canteros y susurrando a las hojas de sus preferidas y otras, más de una vez creí escuchar una vos.
Luego me di cuenta, que salvo cuando estaba con Jorgelina, el resto del día me la pasaba en el jardín, una tarde, luego de hacer una compras me distraje y ella se pierde entre los recovecos del jardín, me asustaba un poco que anduviera sola, así que me acerque y revolviendo enredaderas la descubrí, estaba en un rincón al lado de una planta de flores inmensas amarillas, lo extraño es que ella estaba ablando a la planta, me petrifique, no podía creer lo que veía y no me anime a interrumpir.
Jorgelina concurría a una escuela muy cerca de la casa, yo tenia una pequeña renta que nos había dejado los padres de Ivana, mas unas nota que escribía para el diario de la ciudad, con eso nos arreglábamos bien, y sin darme cuenta cada día con mi hija era una abertura llena de amor, la felicidad se mostraba pura y genuina, ambos disfrutábamos leer en las silla de hierro cerca de la fuente o en el alero del aljibe o bajo el parral, el jardín estaba mejor que nunca Jorgelina siempre se reía cuando me encontraba hablándole a una planta mientras la podaba y yo me hacia el distraído cuando ella llamaba al sauce con el nombre del tío, fue nuestra secreto.
Los años dulces se pasan, yo no volví a amar a otra mujer, Jorgelina esta cerca de cumplir el sueño de casare con un joven muy agradable y sano, Ami el tiempo me envejeció de manera tan cariñosa que no me puedo quejar, sé que es hora no son muchas las tardes que me puede regalar la vida, pero tengo mi lugar pegado a las flores amarillas y ya Jorgelina no me necesita tanto, solo le pido una cosa, que de a ratos nos hable, nos quite yuyos y no se olvide de regar.